Suelo acudir a menudo a la Zona ZAL del puerto de Barcelona por cuestiones de trabajo. Me gusta acceder a ella haciendo el viaje en el autobús 88. Lo cojo en el Paralelo y, durante un viaje de unos 20/25 minutos, cruza todo el puerto hasta llegar a la citada zona.
Es como adentrarse en un mundo aparte, un cosmos poblado por miles de contenedores, grúas, camiones de gran tonelaje y trabajadores portuarios. Con sus propias reglas y su propio lenguaje. Y, de fondo, el mar, los barcos y el olor a salitre otorgando cordura a un paisaje casi onírico. Un caos que respeta límites y estructuras dentro de un extraño orden.
Cuando se atraviesan las zonas más antiguas y vas encontrando naves vacías, con las ventanas rotas en cientos de aristas de cristal, furgones abandonados bañados en óxido y cuentos de marineros el tiempo parece detenerse, hacer un quiebro a la lógica y bañar de color sepia el ambiente.
Mientras, un servidor va mirando por la ventana del bus y aprieta, mentalmente, el botón de una cámara imaginaria fotografiando sensaciones. Si se hace el trayecto en un día como hoy, gris, plomizo, con la lluvia a punto de caramelo, el entorno se transforma en un plató cinematográfico ideal para albergar un futuro desolado, inquietante y desesperanzado.
La música de Drive By Truckers, es lo que sonaba en mis auriculares, ha encajado como anillo al dedo. Las historias sureñas de Hood y Cooley parecían escritas para sonar justamente en ese momento y en ese lugar, fundiéndose con el paisaje en un matrimonio ideal y tiñendo de melancolía la mañana.
Es como adentrarse en un mundo aparte, un cosmos poblado por miles de contenedores, grúas, camiones de gran tonelaje y trabajadores portuarios. Con sus propias reglas y su propio lenguaje. Y, de fondo, el mar, los barcos y el olor a salitre otorgando cordura a un paisaje casi onírico. Un caos que respeta límites y estructuras dentro de un extraño orden.
Cuando se atraviesan las zonas más antiguas y vas encontrando naves vacías, con las ventanas rotas en cientos de aristas de cristal, furgones abandonados bañados en óxido y cuentos de marineros el tiempo parece detenerse, hacer un quiebro a la lógica y bañar de color sepia el ambiente.
Mientras, un servidor va mirando por la ventana del bus y aprieta, mentalmente, el botón de una cámara imaginaria fotografiando sensaciones. Si se hace el trayecto en un día como hoy, gris, plomizo, con la lluvia a punto de caramelo, el entorno se transforma en un plató cinematográfico ideal para albergar un futuro desolado, inquietante y desesperanzado.
La música de Drive By Truckers, es lo que sonaba en mis auriculares, ha encajado como anillo al dedo. Las historias sureñas de Hood y Cooley parecían escritas para sonar justamente en ese momento y en ese lugar, fundiéndose con el paisaje en un matrimonio ideal y tiñendo de melancolía la mañana.
10 comentarios:
hay que ver lo que puede hacer el rock sureño...el desierto y la aridez transformados en un puerto lleno de contenedores...al final todo pega muy bien...
salud!!
A mi también me encanta fundir paisajes con música. Te hace reflexionar...
Por cierto, los Truckers estarán en el Azkena y ya suena un tema nuevo por la red.
Saludos.
Tambien a mi me encanta hacerme mis videos cerebrales, mezclando musica y paisajes.
Un abrazo
Acojonante post!!!!
Que suerte tienes tú de ir en bus, yo también quiero que me lleven
Ahora en serio, es cierto que la música evoca y cuando menos te lo esperas todo encaja....que gran post.
Un abrazo hermano.
Bola 8
Suerte la tuya que puedes usar cascos y poner banda sonora a ciertas situaciones. Yo, con estos problemas auditivos los tengo prohibidos. Eso sí, lo sigo haciendo con la imaginación.
Salud.
Yo trabjaba allí y cada día cogía el bus en paral·lel!
no hace falta decir que en mi reproductor sonaba rock constantemente! Era un bune viaje!
Un saludo! y buen post!!
Yo cuando paso por la ronda siempre me quedo mirando esa zona, nunca he profundizado como tu, pero he viajado por muchas zonas industriales de España y algunas son realmente submundos. Saludos
La música y el entorno,en el crudo invierno, conduciendo por las cercanias del Montseny de noche, con ventolera y helando, nada como una buena banda de Black Noruego a modo de bso, en cambio en verano, conduciendo por los deserticos parajes de Murcia,Almeria o Granada se impone algo de Kyuss o buen southern rock.
Si te sientes atraído por este paisaje deberías ver la segunda temporada de The Wire ambientada, justamente, en unos muelles, y en las aventuras y desventuras de un grupo de estibadores y sindicalistas, brutal.
Si, si,tengo a THE WIRE en la lista de espera..me han hablado muy bien de ella.
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