El hard rock británico posee un sello inconfundible. El gusto por la melodía y por los estribillos pegajosos en la búsqueda de canciones redondas. Más supeditadas al todo que a la particularidad de un solo de guitarra o del lucimiento del vocalista. Nacidos de las cenizas de Terraplane en 1989 los de Londres sean, posiblemente, la última gran formación que ha dado el género en la pérfida Albión. Han tenido una carrera con altibajos. De rozar las mieles del gran éxito con sus dos primeros discos, Backstreet Symphony (1990) y Laughing On Judgement Day (1992), a pasar sin pena ni gloria (excepto para su núcleo duro de fans) en tiempos posteriores. Trayectoria irregular que les ha llevado incluso a parar su actividad en dos ocasiones, una entre el 2000 y el 2002 y otra desde el 2009 al 2011.
Siempre han mantenido un aire a banda clásica. Con una manera de entender el género que recuerda inevitablemente a combos como Bad Company. Por la forma de cantar de su vocalista Danny Bowes, timbre blusero, gran registro, y por la manera de componer. Rock duro con vocación comercial pero de indudable calidad musical.
Wonder Days consolida una nueva etapa de madurez que si bien se ha visto reflejada en sus conciertos todavía no había tenido constancia discográfica. Desde su evocadora portada, foto en sepia ambientada en los setenta de un grupo de chavales, la grabación emana un inconfundible sabor a compañerismo, amistad y sueños de juventud. Y las canciones suenan potentes, ceñidas en sólidos riffs de guitarra, pero con la frescura que les confieren líneas armónicas tan contagiosas como las contenidas en «Resurrection Day», «The Thing I Want», «Serpentine» o el tema que da título al disco.
Siguen teniendo mano maestra para los medios tiempos, el piano y la voz que conducen el crescendo en «Broken», y para esas miniaturas acústicas de sabor folk y lírica poética, «The Rain». Quizás tiran de manual y de demasiada obviedad en el corte que cierra el álbum. Un facilón rock & roll de sabor Zeppeliniano, olor a cerveza derramada y pub encabronado que resulta un recurso demasiado simple.
Manteniendo el tipo en un presente poco proclive a un estilo musical que ya vivió sus mejores épocas, de eso no cabe duda, pero que todavía puede dar algunas alegrías a sus seguidores.
Publicada en la web de Ruta 66
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