El tren fantasma de medianoche es un arma de destrucción masiva. Y ellos lo saben. Si no fuera así serían más peligrosos que un mono con una ametralladora o un presidente enajenado ante el botón rojo del arsenal nuclear. Todo su poder se desata en vivo, sobre las tablas avanzan como un tropel de orcos sin miedo a morir, ahí olvidan sutilezas y se lanzan a tumba abierta a una catarsis de amplificación y electricidad. Acabo de verlos dos veces en pocos días, el sábado en Gasteiz durante el fin de semana del ARF y hace unos días en Barcelona, y todavía ando recuperándome de tamaña salvajada.
En cambio todo es diferente cuando entran al estudio. Enlatados sus matices e influencias salen a flote siendo perfectamente distinguibles por encima del muro de riffs. Ahí se palpa de donde vienen, cuál es su bagaje y sus raíces. Se mueven dentro de la escena stoner y del metal, han arrasado en el Hellfest, pero si uno afina el oído y sabe escarbar se tropezará con una banda cuya base es el blues. Y más concretamente el blues rock setentero. Solo que llevado al extremo. No en la rapidez del tiempo si no en la tremenda intensidad con que es atacado. Buffalo, su disco anterior, daba muchas pistas, y bien claras, de ello. Como, por ejemplo, la recreación del clásico «Cotton Fields».
Este nuevo trabajo cuenta con algunos de sus mejores temas, «Gladstone», «BC Trucker», «Arvonia», y con una producción que encaja como un guante. Resaltando la importancia de la base rítmica, magnífico el trabajo y la imponente presencia escénica de Mike Boyne al bajo y el incansable baquetear de Brandon Burghart, en la construcción de una sólida base en la que la voz y la guitarra de Steve Moss pueden campar a sus anchas.
Saben atemperar para darse un respiro, «One Last Shelter» empieza como un tiro para mutar en un desarrollo instrumental que es pura psicodelia y pisan el freno con el misterioso recitado de «The Little Sparrow», poniendo punto final a toda pastilla con «Twin Souls». Pequeño homenaje a la promotora nacional que ha apostado por ellos desde el primer momento.
Repasando la red de redes tras su paso por la capital alavesa alguien comentaba que presenciar su concierto debía ser como ver a Mountain en los años setenta. Un símil muy acertado en mi opinión. Y es que el trío de Kansas es eso. La herencia de tipos como Leslie West elevada al cubo.
Publicado en www.Ruta66.es
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