Esto huele a reunión de amigos. A fiesta privada. Cuatro llamadas de
teléfono, un cubo de hielo repleto de cervezas, risas y unas cuantas guitarras
apoyadas en la pared. No se me ocurre otra explicación para definir la
gestación del primer trabajo de este, ¿súper grupo?, de rock americano. Si no a
qué viene entregar un trabajo de versiones teniendo en cuenta el bagaje como
compositores de Todd Snider, Neal Casal o Dave Schools, bajista de Widespread Panic.
Y acompañados por intérpretes de calidad contrastada como el teclista Chad
Staehly (Great American Taxi) o el batería Duane Trucks (King Lincoln) cuyo
apellido no deja lugar a dudas sobre su linaje. Es de agradecer que no hayan
escogido la opción más fácil y presenten una selección de temas donde el
profano encontrará pequeñas joyas y el oyente experimentado se tropezará con
artistas de culto y sobrada calidad aunque su eco mediático sea de menor
calado. Nombres de artesanos como Will Kimbrough, Kieran Kane, Hayes Carll, Chuck
Mead o Gillian Welch decoran la autoría de los temas al lado de algunas
estrellas, Lucinda Williams o Randy Newman, y de dos secundarios, y perdedores,
de lujo del maldito “americana”, los nunca suficientemente ponderados Drivin n’
Cryin y The Bottle Rockets. Las canciones mantienen su espíritu original en
manos del cuarteto y los acordes brotan con franqueza y sinceridad de sus dedos.
Cuando finaliza «Wrecking Ball», una delicia de Gilian Welch, el índice se va
solo a apretar el botón de reproducción para volver a empezar. Nada original,
nada nuevo, solo música con mayúsculas. Hecha con el alma, tocada con respeto,
madera y hueso.
Escrito para RUTA 66 (marzo 2014).
2 comentarios:
Joder, qué sorpresa. Vemía de comprarme la revista, precisamente. Un abrazo, amigo. Cuídate.
Grandísimo disco, Casal está que se sale. Saludos
Publicar un comentario