Andaba yo entrevistando a Jason Ringenberg con motivo de una de
sus visitas a escenarios nacionales y surgió el nombre de Dan en la
conversación. Ringenberg me dijo que era el guardián de la llama y que ellos lo
apodaban Mister Rock & Roll. Y es que Baird es incansable, ha pasado tres
cuartos de su vida en la carretera y sigue subiendo al escenario noche tras
noche con una gran sonrisa reluciendo en su cara. No sabe, ni quiere, hacer
otra cosa. Empuñar una guitarra y montarse en la furgoneta con unos colegas,
one, two, three!, carga, descarga, otra ciudad, otro club. Uno de aquellos
artistas para los que los discos no son más que la coartada perfecta para
empalmar gira tras gira. Lo que sería un hándicap para cualquier otro músico no
lo es para él. Ni para sus compinches de los Homemade Sin. Tienen el secreto y
se sacan del bolsillo canciones lo suficientemente buenas para sustentar con
éxito sus grabaciones. Las composiciones ya no tienen aquella pegada que
convertía en imbatible el cancionero de los Georgia Satellites, «Keep Your
Hands to Yourself», «Battleship Chains», «Railroad Steel», «Open All Night»,
«Sheila», «Mon Cheri», «All Over But the Cryin’», «Six Years Gone», «Bring Down
the Hammer», ni arañan como las contenidas en aquellos dos primeros y extraordinarios
álbumes en solitario de Dan, Love Songs for the Hearing Imparied (1991)
y Buffalo Nickel (1996), pero van de cara y mantienen el tipo pese algún
que otro altibajo, flaquean en la balada «Thousand Little Pieces» y no acaban
de definir algún número, «Think It’s Time» o «Wear & Tear».Traspiés que no
resquebrajan el conjunto y que te dejan contando los días para verlos en
directo una vez más.
Reseña escrita para la web de Ruta 66
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